martes, 29 de junio de 2010

EPÍLOGO

Relato del joven marino que huyó de Fastum
“Aquel fue el último día que vi la orilla del mar. Tras esa aciaga noche, me mudé al interior, y durante mucho tiempo vagué sin rumbo, todavía conmocionado por el relato y por los hechos de los que fui testigo. Pero tuve suerte. Conocí a una mujer maravillosa, que en parte me hizo olvidar las monstruosidades que se ocultan, que acechan en las profundidades del mar, y que no dudan en visitarnos de tanto en tanto para reclamar parte de este territorio seco que, tal vez, hace eones, les perteneció.”

Pedro Pastor Sánchez

CONTRAPORTADA

Sartre creía que el infierno eran los demás. Y aunque hay días en que uno cree que no le faltaba razón, sólo hay que echar un vistazo a La náusea para comprender que él mismo, ocupado en departir en el Café de Flore y en fornicar con las parisinas de la época, llevaba dentro uno bastante notable; un infierno portátil, como una voz sibilante que acechara al oído con cierta frecuencia para recordarnos quiénes somos.
Sólo así puede entenderse la prosa atormentada de Poe o de Lovecraft, que parece haber sido destilada gota a gota, como si hubieran llevado a ebullición sus almas para hacerlas pasar por un alambique y separar la cordura y la bondad del viscoso licor del mal.
En esa tradición beben los cuentos de Eduardo Moreno, compartiendo ese licor malévolo en un macabro ritual. Sus personajes no tienen salvación posible; aunque sus cuerpos sigan en este mundo, sus almas pertenecen ya al otro, o quizás a ninguno. Se arrastran sin remedio hacia el abismo lastrados por un destino cruel, incapaces de olvidar lo que han hecho o presenciado, tan condenados como aquel Capitán Kurtz que Coppola vio en Conrad y que, consumido en la penumbra densa y sudorosa de la selva musitaba el nombre del horror...
Porque el horror, como la belleza, está en el ojo del que mira.

lunes, 28 de junio de 2010

ILUSTRACIONES DE "LO QUE VINO DE LAS PROFUNDIDADES"

Pablo Gómez González es el encargado de ilustrar "Lo que vino de las profundidades". A continuación, una muestra de las ilustraciones que aparecen en la obra.




PRÓLOGO

“Estos cuentos conforman un libro verdaderamente unitario. No es una mera recopilación de textos de procedencia tan diversa como puedan serlo también sus argumentos, estilos u objetivos. Esta habría sido una posibilidad, pero el autor ha preferido recopilar un ramillete de temas similares, de tal manera que el lector aprecie el rigor técnico con el que puede manejarse a la hora de crear atmósferas, historias y personajes familiares pero jamás iguales. Ha hecho bien, porque de esta manera estimula y centra una obsesión que puede encandilar tanto al amante del género en cuestión cuanto al rastreador de mundos propios. Y es evidente que Eduardo Moreno tiene un mundo propio que ama, en el que se desenvuelve con agilidad y soltura, de cuyos maestros se deja imbuir y al que sirve con tanta eficacia como pasión.

Son cuentos que exhalan un aliento gótico, el mismo que inspirase las creaciones de Radcliffe, Shelley, Lewis, Maturin, Poe, Stoker, Meyrink o Lovecraft.

Parece pedirnos que detengamos por un momento la agobiante profusión de imágenes e informaciones que nos rodea para meditar, siquiera un instante, sobre ellas.

Admiremos, pues, el regusto voluntaria e inteligentemente arcaico de unos cuentos que, pareciendo que hablan de una época pretérita, no se dirigen a otro tiempo salvo al nuestro”.


martes, 15 de junio de 2010